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martes, 21 de diciembre de 2010

Alberto Pellegatta, por Esteban Nicotra

Alberto Pellegatta, tras el halo del amor

Alberto Pellegatta, al decir de Maurizio Cucchi, es "una de las figuras principales" de la nueva poesía italiana. Las suyas son poesías de amor que más que definir al ser amado lo liberan en la magia de su circunstancia.

sábado, 20 de noviembre de 2010


Alberto Pellegatta, tras el halo del amor

Alberto Pellegatta.

Nota y versiones de Esteban Nicotra

De la nueva generación de jóvenes poetas italianos, Alberto Pellegatta (Milán, 1978), al decir del sumo poeta que es Maurizio Cucchi, es "una de las figuras principales".

No por nada el propio Cucchi no sólo ha prologado su primer libro de poemas (Mattinata larga, Lietocollelibri, Faloppio, Como, 2002), convirtiéndose así, como con respecto a otros jóvenes poetas, en un verdadero descubridor y maestro de las nuevas generaciones, sino que además lo ha incluido en esa interesante y muy útil antología, para todo lector italiano y extranjero, publicada por la editorial Mondadori en 2004: Nuovissima poesia italiana.

También ha sido incluido en la antología realizada por Mario Santagostini I poeti di vent'anni (Stampa, Brunello, 2000). Colaborador de las reconocidas revista literarias "Nuovi Argomenti" y "Caffè Michelangiolo" recientemente Pellegatta ha publicado en la importante y ya tradicional reseña literaria "Almanacco dello Specchio" (2010) una serie de poemas de los cuales aquí también damos cuenta con algunas de nuestras traducciones.

Alberto Pellegatta escribe poesías de amor, pero más que definir los rasgos del ser amado, apresándolo en las palabras, lo libera en la memoria de la magia de su circunstancia.

Esta casi cacería de lo indecible, de lo inasible, tiene siempre la gracia de un color, la fugacidad de una cadencia. Pellegatta lo sabe y no por nada el poema que abre su libro Mattinata larga dice: "La memoria tiene salas inmensas, / cuartos llenos de espejos, / polvo inaccesible. Pero, en cambio, / este instante es intermitente / como una imagen rota".

Pero aunque en la memoria, o mejor, en la memoria del presente ?que es a veces la poesía- la realidad sea una "imagen rota", el poeta con morosa persistencia reconstituye en el ámbito del poema, sin rastros de la ruptura, no la experiencia ya definitivamente quebrada, sino ese "no sé qué", esa parábola oculta, que la realidad no supo comprender, no supo conservar.

Poesía de amor, sí, y en buena hora, pero al mismo tiempo, en su cacería de una cadencia, de una atmósfera, de la "ocasión" diría Montale, un humilde amor por las cosas concretas, cotidianas. La "mermelada" de la mañana siguiente, la "baldosa" casual junto a la cama "de los suspiros", la "hierba seca bajo los pasos", los "balcones", las "ropas tendidas", el "metal oscuro" del cielo milanés.

Pero a diferencia de las "ocasiones" montalianas, aquí ya no hay rastros de ninguna "inminencia", aquí todo es ya llano destino asumido, un tenso estoicismo descreído. La gracia de esta poesía está en esa dignidad y en su alegría consiguiente, más allá de este supuesto.

La poesía de Alberto Pellegatta es como una mano extendida que va rozando y modelando en la noche, o en la clara mañana, con sus dedos firmes y delicados al mismo tiempo, los mínimos accidentes y perfiles del rostro de su amor, del rostro y del halo que lo envuelve.

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