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lunes, 18 de abril de 2011

Masola por Mazzola


Marcelo Masola fue un genuino autodidacta. Munido de aquel diccionario de Francés-Español que aún hoy se conserva en su cuidada biblioteca, comenzó a trasladar con el entusiasmo de un auténtico orfebre estos textos del Libro de los Muertos, realizando un trabajo artesanal, pieza por pieza, palabra por palabra, engarzándolas de manera precisa, buscando más que el acierto lingüístico el exacto sentido de cada una de ellas, para que el brillo de una no opacara el del resto.

El texto egipcio da comienzo con estas palabras:

“Heme aquí

Oh Formas de la Eternidad

Soy un Portador de Palabras de Verdad”

Ya en aquellos días, el joven poeta Masola se anunciaba a sí mismo. Es él quien será un “portador” de la poesía y respetará todo acto artístico. Mucho tiempo después, en una carta dirigida a la poeta Sofía Maffei, escribe: “Las dificultades me sobrepasan constantemente, pero yo las aventajo siempre, por ahora, con mi terco afán de creación.”

En Córdoba sabemos de su tarea responsable y permanente con la palabra, para un simple y gran cometido: la Verdad del Poema y del Hombre. Ese fue su destino y su decisión de vida, pero su obra permanece viva, por eso tomé con agrado la propuesta de Eugenia Cabral de reeditar esta pequeña joya que data de 1943. Posteriormente mi padre abordaría otras traducciones: del alemán, el Diario Florentino, de Rainer María Rilke, en 1955, publicado por Ediciones Paideia y Tres Poemas, de Saint-John Perse, en 1961, que editó la Universidad Nacional de Córdoba.

Sergio Mazzola

Julio de 2006

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